La primera vez que escuché la propuesta de Kali Mutsa fue gracias a una recomendación de Lido Pimienta. En esos momentos ya se comenzaba a intuir el potencial del nuevo cancionero chileno, pero el nombre de esta misteriosa mujer, de algún modo, no encajaba en este inventario tan polifacético. A primera escucha estos sonidos nos pueden remontar (incluso transportar) a otros continentes; desde los soundtracks de las películas de bollywood, al peregrinaje de la música gitana, hasta los llamativos acompañamientos de show circense hacen su aparición afortunada en la música que cocina Celine Reymond y su combo.
Más conocida por ser una actriz de telenovela en su país, Celine hace uso de su histrionismo y marcadas influencias para crear un personaje único en la escena independiente del continente. La historia de Kali Mutsa habla de ancestros y se pierde en las extensas líneas del tiempo, nos plantea una mujer enigmática y femenina, aventurera y feroz.
Desde entonces ha transcurrido más de un año, en el cual Kali ha pasado de ser una artista prometedora (en la música) a una verdadera revelación, gracias a su seductor primer disco. Un EP de 7 temas que fluctúan entre mares de narraciones inquietantes, conmovedoras, provocadoras e intrépidas. Ambrolina suena a nada y a todo, atrevidamente la hemos dado el titulo del encuentro afortunado del potencial folklórico e interpretativo de Lila Downs con la rebeldía experimental (sin mensaje político) de M.I.A., a todo esto hay que sumarle la calidad de la producción, la asombrosa ejecución y mezcla de ritmos, que hace de este, uno de los trabajos más ambiciosos y mejor concebidos en lo que va del 2011.
El disco abre con el vertiginoso primer single Tunupa, que no deja de sorprender con la infinidad de recursos y posibilidades que ofrece. La experiencia se concibe a partir la escucha atenta de la descripción de un personaje todo-poderoso sirviente de los dioses que maneja a su antojo los poderes de la naturaleza. Sí la historia es provocadora, la música no puede ser menos atractiva: desde los toques andinos, las percusiones y los metales, esta es toda una pieza exótica que revive la capacidad que tenemos de asombrarnos y embrujarnos.
Pachakutiq tiene su lugar ganado en la historia como el gobernante del estado Inca que le diera su estatus de imperio. En Juaja su labor es venerada al sonar su nombre de forma imponente entre cada coro de esta fabulosa pieza que rememora la historia y distorsiona los horizontes sonoros del escucha al llevarnos a paisajes asiáticos y terminar con un grito: Sa, sa, sa, Roma (Roma significa Pueblo Gitano). Las cortinillas entre canciones, que también se titulan, nos conducen a la que en su tiempo fuera mi canción favorita de Mutsa: San Cipriano.La mezcla sigue sonando igual de fresca, ágil y sexy, y ese fraseo encantador mantiene intacto su potencial: “Brillante amazonita, ilumina a mi favor, te lo pido por favor. San Antonio san alejo, aparece en el espejo”. “Esta noche voy a ir de cacería” canta Kali al terminar la pieza y es más que claro que sus presas serán las más jugosas.
Sin embargo, mis oídos no estaban preparados para la experiencia más conmovedora que haya oído este año. Ton King Dom narra la historia de una madre que pierde a su precioso hijo en las manos de un malévolo maestro de circo. Como canta Kali, ese niño es el fruto de un amor muerto. En los primeros instantes de la canción oímos un flirteo de dub que representa el amor, la muerte y el nacimiento del niño. Luego, mientras la madre clama a su hijo de vuelta, la mezcla se vuelve más oscura, a la vez que contrasta con los reconocibles sonidos circenses. Esos instantes en los que oigo a Mutsa decir “abre sus alas, corre y vuela bonito” me rinden a la historia, no hay nada que hacer, acudo conmovido a repasar la narración una y otra vez.
¿Listos para otro viaje? Pues, en El Camello Kali tiene otro as bajo la manga. De acá nos vamos directamente a pasear por el desierto, montados en camellos que transitan paisajes nocturnos. La rima directa atrapa y la música solo acelera la adrenalina. Nada más terminada esta corta pieza sientes que has visitado a tus antepasados, que has bailado con la luna y que has viajado a toda velocidad en unos cuantos minutos. En palabras de Mutsa, Ambrolina quiere decir “Mermelada de dioses”, y si consideramos nuestro carácter mundano, no podemos más que agradecer este manjar celestial que la chilena nos ofrece en su primera placa discográfica. Venga y deguste su porción de este banquete sonoro exótico y misterioso.
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