Reconociendo que el tercer disco de Javiera Mena no es la obra maestra que prometió, en el amarillo nos hemos tomado el tiempo suficiente para indagar esta nueva dirección en su carrera, celebramos sus aciertos y respiramos aliviados de que aun en su afán de masificarse, la placa conserve atisbos de autenticidad, el brillo que hemos conocido en Javiera y que solo puede surgir cuando brillar no es la intención primaria.
Fuerzas naturales, imperios extintos, criaturas mitológicas, guerreros ancestrales y tesoros perdidos forman el imaginario del nuevo álbum. Una serie de metáforas, algunas notables, otras facilistas, van hiladas a un sonido que incita al baile en todo momento y rinde tributo a distintas manifestaciones del pop, con referentes que a simple escucha parecieran inconexos pero poco a poco encuentran sentido y lugar en una artista influida por íconos tan distantes unos de otros: atravesamos la poesía de Gabriela Mistral, el legado de Mecano, la experimentación sonora de Grimes y la inspiración que en el último tiempo le ha significado vivir y viajar entre la península ibérica y el sur de los Andes.
Otra Era se presenta con un desnudo frontal en su portada, donde el único accesorio está en unos icónicos lentes que corresponden al diseño de André Courrèges en los años 60. Esta imagen, que en redacción prefereimos asociar a una Björk de Médulla u Homogenic, más que a una infame Lady Gaga; comparte créditos entre el reconocido Alejandro Ros (creador de las mejores portadas de discos latinos), Carlos Diez Diez (diseñador de modas) y Javier Bernal (fotógrafo), tres razones de peso para el descontento con el resultado. La única acepción posible es la novedad que una portada así podría despertar en la escena local, sin estar seguros nos atreveríamos a decir que es la primera artista latinoamericana en aparecer desnuda en la tapa de un álbum, y aplaudimos entonces la idea de liberación que promueve, acompañada de varias declaraciones en medios de prensa sobre su sexualidad, (hace poco mencionaría: “Siento que cargo dos pesos de discriminación: uno por ser mujer y otro por ser homosexual”) y muy acorde a la polémica actual por la censura del busto femenino en distintas páginas de Internet.
Ahora bien, contextualizados y ansiosos, llegamos al contenido del disco. Ya habíamos sido advertidos sobre un inminente vuelco a la pista de baile, relegando su esencia de baladista e intentando ahora la construcción de melodías pop, divertidas y directas, que apuntara a un público masivo, el mismo que basa sus preferencias en las listas de hits mundiales. Sin embargo, al enfrentarnos al álbum, percibimos que esta misión no parece haber sido del todo alcanzada, y no sabemos si a propósito, pero las canciones que integran Otra era se han quedado a medio camino entre la música de autor y la búsqueda del pop genérico: no son lo bastante arriesgadas para celebrar su experimentación, ni lo suficientemente obvias para asociarlas a la fórmula de éxito radial.
Encontramos canciones cargadas de arreglos y efectos, tanto que en distintos momentos éstas pecan de parecer remixes, y la responsabilidad radica no solo en la producción de la misma Javiera y el genio de Cristián Heyne sino en la colaboración de terceros: nueve de las diez fueron finalmente masterizadas por "un equipo en Miami", quizá los mismos encargados de la muy tonta pero apropiada Agüita, canción que Javiera haría por primera vez para otro artista, la olvidable Danna Paola, con el auspicio de MTV.
La repetición se ha hecho fundamental en las letras de Otra Era, no hay una sola canción donde una palabra no quede en eco para la eternidad, "Dónde estará la joya-joya-joya”, “Pide, pide, pide que te lleven”, “Llévame a otra era-era-era-era-era-era”, este viejo truco funciona en algunas canciones pero al apoderarse de todo un disco nos hace preguntar si acaso Javiera se ha agotado como letrista, hecho que entristece a quienes le hemos querido por la riqueza de sus palabras, cotidianas y aun así cercanas a la abstracción, un ímpetu que ella misma ha olvidado sin necesidad pues querer hacer una canción bailable o un himno gay, no significa recurrir a la obviedad. Sufrir, de Mena (2010) es una de sus mejores canciones y contiene un mensaje de liberación gay, tan potente como sutil.
Sin pena ni gloria pasa Los olores de tu alma, un desfile de cursilería donde brilla un corto fragmento hablado: “Vuelve a la tierra que fue tuya, del indio y del cielo”, he ahí un ápice de poesía. Esa fuerza conserva también un equilibrio aceptable pues dentro de su intención bailable encierra algún misterio, con líneas abiertas a variadas interpretaciones, “y el que tiene el poder, va a programarnos”.
En Otra Era hay cabida para la nostalgia. A manera de contradicción, la pieza que da nombre al álbum no representa precisamente una reinvención musical sino que se apega y perfecciona el sonido tan reconocible en la Javiera del 2010, dulce e inocente. En el amarillo, Otra era nos ha hecho exclamar: ¡Brillante!, ¡Ha vuelto Javiera Mena!, y por qué no: ¡Canción del año!, admitiremos también, que algún ojo se encharcó al escucharla por vez primera, quizá sí nos ha transportado a otra era: el pasado, y todas las memorias donde el disco Mena fue banda sonora. “Una visión pionera”, es esa la fe que hemos depositado en Javiera.
Esperanzados, escuchamos Sincronía, Pegaso y la emoción va en ascenso pues ya se perfila como la canción cumbre del disco. Fantástica y fantasiosa, con la metáfora del deseo y la libertad encapsuladas en la figura griega del caballo alado, y una mención a Los caballeros del zodíaco que no se nos escapa, aquel grito de batalla que en la serie anime precisaba “Dame tu fuerza, Pegaso”. Creemos que esta elegante base electrónica y la aguerrida voz de Javiera no podrían ser mejores, pero aparecen las voces de Andrés Nusser (Astro) y Daniel Riveros (Gepe) haciendo un coro a lo Miguel Bosé, tan contundente que ya nos imaginamos gritándolo a todo pulmón durante un concierto: “Dame una oportunidad, dime que sí, que sí”, el vuelo de Pegaso se materializa ante nosotros, y si prestamos atención, oiremos a Nusser en una adorable y hasta sensual recreación del relinche de un caballo, “¡Brrrrrr!”.
Continuando con la participación masculina, saltamos a La carretera, donde la casi irreconocible voz de El Guincho acompaña la melodía más extraña del disco, un ejercicio de pop chicloso que bien pudo haber sido la canción para el cabezote de una telenovela adolescente en los años 90. Una secuencia de clichés que disfrutamos y entendemos como un tributo de Javiera a los sonidos que ambientaron su adolescencia y ahora revive para hacernos ansiar un viaje en auto, con el sol en el rostro y música a todo volumen, “al ritmo de mi amor, al ritmo de mi amor”.
Por su parte, Quédate un ratito más es técnicamente el Un audífono tú, un audífono yo del nuevo disco, la única balada que tampoco se escapa al refuerzo bailable.
También nos enfrentamos a canciones menores: Pide y la insufrible Que me tome la noche son la cuota de decepción, sin otra descripción más que la de temas de relleno.
La Joya, que en su momento sería un sencillo bastante discutible, parece encajar perfectamente en las intenciones de Otra Era, cuyo eje argumental según la propia Javiera, es el deseo. Probablemente, allí radica la gran diferencia entre lo que acabamos de oír y las canciones de años atrás, que siguen fijas en la memoria, allí prevalecía el amor en su ingenuidad y ahora entendemos que sin prescindir de él, Javiera ha dado cabida a otros motores: la liberación, por ejemplo, entendida aquí como grito final, pues la tan popular Espada no es otra cosa que una declaración sexual, homosexual, la Javiera que hace años diría que aun segura de su sexualidad no se sentía una abanderada de la comunidad gay, se ha retractado y habla todo el tiempo del tema, consciente del poder y la responsabilidad que tiene de visibilizar esta condición en un país y el sur de un continente donde la inquisición todavía se encarga de quemar libros sobre un niño con dos padres.
Comprendemos entonces que para Javiera Mena, la pista de baile y el pop directo son la manifestación de una nueva búsqueda: el deseo y la libertad, en vez del amor y la espera. Es esa su nueva era, ¿y quizá la nuestra? ¿qué ha pasado con nuestros ideales en cuatro años? ¿será nuestro turno de decir
“me entrego a la ley de existir”?
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