Entre los lanzamiento de Rosa y "Zamba Puta" ha pasado poco más de tres años, tiempo en que la popularidad de La Lá, Giovanna Nuñez de nacimiento, ha crecido quizás mucho más de lo que ella pudo haber imaginado. Pese a que sus inquietudes musicales se vinculan con géneros cada vez de menor usanza en la música popular (vals, jazz, bossa nova, etc), canciones suyas, como Animales o Salchipapa, curiosamente han ocupado espacio en compilatorios y playlists destinados a ritmos modernos (véase todo lo catalogable como indie hoy en día).
Para el resto de Latinoamérica
puede que el primer acercamiento a La Lá esté en Invierno, perteneciente al aún divisivo álbum Estilo Libre de Gepe. Pese a la exposición ganada, la bachata en
cuestión no aprovecha del todo las habilidades de la limeña, siendo más un
experimento curioso que la suma de lo mejor de ambos compositores.
Por suerte ahora tenemos "Zamba Puta", producción que demuestra
evolución y que va generando buena aceptación en diversas partes de
Latinoamérica gracias a su rica instrumentación así como por los tópicos que La
Lá decide plantear.
Al respecto, un gran indicativo
sobre los temas a tratar está en el nombre de la producción, con comillas
incluidas, una frase usada para denigrar a mujeres tanto por su ascendencia
andina/afroamericana como por el goce de su vida sexual. La Lá expone las
palabras para disminuir el aura ofensiva, caso similar a algunos otros temas
presentes en la mitad del disco. Primor
es el primer ejemplo notorio, donde pese a su delicada presentación, la cual
podría pasar como una mera anécdota gastronómica para el oyente descuidado,
esconde los peligros propios de las relaciones tóxicas y el machismo como norma
de varios hogares.
Similar suerte recibe la contigua
Linda Bler, ubicada a la mitad de la
producción, donde el título parece hacer referencia a aquellas personas
consideradas como los “monstruos de la historia” en las sociedades
conservadoras. El momento destacado va por parte del hermano de La Lá, Alonso
Nuñez, que, con voz pura y calmada, da vida a los pensamientos de un personaje
reprimido al no poder expresar su interno sentir femenino (“Vuelvo dispuesta a matar / lo que eran mis emociones / tonterías de
bruja”). Podría ser sin problemas la canción más conectada al arte de la
portada, donde un personaje sin sexo definido vive tranquilamente en un paraíso
natural, lejos de las juzgantes miradas urbanas.
Como si se tratara de otro acto
de simetría, cerca al inicio y final de "Zamba
Puta" se hallan dos casos curiosos debido al uso de distintos idiomas.
Primero hallamos a Cornamenta,
canción lenta en portugués donde el protagonismo se lo roba el cuerno (¿de ahí
el título de la canción?) que suena en un par de ocasiones, generando una
sensación añeja pocas veces escuchadas en la música actual. El segundo caso es Espejo Adolescente, donde la desnudez
instrumental resalta la peculiar pronunciación que La Lá le otorga al inglés
con la finalidad de amoldar las palabras según sus intenciones melódicas.
También hay espacio para otros
temas importantes para La Lá, quien, siendo una persona que parece buscar una
vida tranquila, vive su maternidad con felicidad y orgullo. Fruto de estas
experiencias es Bebés, tema que bien
podría pasar como un dulce canto de cuna que expresa el amor por sus aún
pequeños hijos. Caso similar es La
Felicidad, un agradecimiento póstumo a su madre en forma de vals donde la
percusión de cajón peruano otorga una galopante energía que la distingue al
resto de canciones. Intencionalmente o no ambas canciones son con las que se inicia
y acaba la producción, como si fueran un círculo de la vida que se reaviva con
cada nueva escucha.
En resumen, quien escuche "Zamba Puta" encontrará una obra que refleja el momento actual de su
creadora. Es notorio cierto temor hacia las taras de una sociedad conservadora,
algo que seguro aumenta cuando se cría hijos, pero ello no opaca el amor, un sentimiento
presentado del modo más puro a lo largo de la producción y poseedor de
múltiples rostros a lo largo de estas nueve canciones.
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