En entrevista para
Jenesaispop.com la
Mala Rodriguez explica el concepto detrás del nombre de su última placa,
Bruja, así como destaca algunas de sus canciones y se le lee cojonuda respecto de los procesos creativos y de las formas de distribución de la música en este siglo. Luego de “fracasar” con su placa de 2010, el incomprendido y conceptual
Dirty Bailarina, la Mala se lanza al ruedo con un disco concebido por diferentes padres (productores) pero de herencia clara; coherente con la situación política actual, con los demonios extirpados de su alma y con una producción impecable, una bruja que ratifica su poder y nos invita a volar.
El role de la Mala Rodriguez en el mundo mainstream sigue siendo un caso de resaltar. Similar a la credibilidad de Julieta Venegas, la Mala es bien conocida por su letras y sus exploraciones que la alejan del rotulo "latín pop/hip pop", independiente de la influencia Miami, y esto queda ratificado en Bruja, un disco que lleva la restricción parental en primer plano, pero que no dice nada que no sepamos ya, de forma visceral y desde la perspectiva que mejor aplique al oyente.
33, primer single del álbum es como un puñetazo directo en la cara, con un fade-out que puede llegar a confundir pero que no es otra cosa que un ejercicio de catarsis que demuestra que esta mujer podría seguir horas tirando líneas crudas para exorcizar demonios. La apología a la muerte en Caja de Madera en clave de reggae es una nuestra más contenida que explica la situación de la sociedad actual: la violencia, la desidia, la envidia. Dorothy, con una aparente falta de producción, se constituye como una composición con cadencia particular y el toque exacto de lírica, otra destaca en un disco con muchos puntos altos.
La canción con más sentido crítico del disco llega con La Rata. Una advertencia clara en los primeros segundos: “Por mi madre que hoy me saco to’as las garrapatas” y así sigue esta mujer soltando sus letras, hablando de la pérdida de valores en la sociedad y tirando dardos sobre un presidente, que puede ser el de cualquier país. Otra favorita personal llega con Miedo a volar, una letra coherente, para variar, que deja imágenes diáfanas sobre las separaciones entre humanos, el dejarse llevar y volar con las ideas claras de donde aterrizar.
Así vamos llegando al cierre del disco con un agradable sabor de boca, una que otra afirmación ratificada y una canción con cojones y convicciones como
Quien manda. Sin temor a sonar hippie, y alejándose de clichés explotados de sobra, la Mala auspicia un estilo de vida alejado del materialismo imperante en estos días, un poco de esperanza también, agradecido este oyente! No menos importante
Ella, una canción de ideas claras con personaje principal en situaciones adversas, ¿una continuación a
La Niña?
Bruja es un disco garantizado: el quinto en la discografía de esta mujer aguerrida, el de ratificación de músculo y pulso, un conjuro bien jugado entre la coherencia, actualidad y miradas degeneradas; un disco que más que ambicioso y “revolucionario” suena fresco y sincero. La Mala no solo rapea, canta, y antes que cantar contempla y nos sirve un plato crudo de realidad con finura pop y ritmos elocuentes, como buena bruja.
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