“Aquí, nadie sabe de mí. Primero fui único, después olvidado”. La oración que inaugura Después, la primera canción en el nuevo álbum de Entre Ríos, parece contener un reclamo, el de su fundador, Sebastián Carreras. Si así fuera tendríamos que contradecirlo: aquí sabemos bien quién es, cada canción de Entre Ríos, de la más temprana a la que acaba de sernos revelada, alumbra nuestros días.
También existe en nosotros la inmensa pregunta sobre la popularidad que Entre Ríos bien merecería no en el paisaje indie sino en el panorama pop. Pero hemos querido respondernos que es su perpetua curiosidad la que les ha dado una suerte avant-garde e incomprensión, marcando un destino de banda de culto. De hecho, la propuesta misma de la banda en los últimos años ha querido estar al margen de la escena musical, SIN y sus antecesores, Saga (2013-2014) y Cuadro (2015) han sido concebidos más como hilos conductores de instalaciones artísticas que como discos, siendo presentados no en conciertos sino en museos y galerías de arte. Aun así, el valor de sus canciones nos basta para amarles sin haber tenido la oportunidad de asistir a sus instalaciones.
Y es que si hoy suenan frescas las canciones que Entre Ríos publicó desde el inicio de siglo es porque siempre supieron mirar al futuro. Por ello, en pleno 2017, el logro de la banda es haber conseguido capturar el presente. SIN contiene ocho canciones breves en las que prima la liviandad, el signo de nuestros tiempos: letras directas, casi escuetas, con melodías precisas, sintetizadores en un ejercicio de síntesis. Sin embargo, el alma persiste. Lejos ya de artificios, Entre Ríos se reinventa en la sutileza.
Así, Las fotos podría entenderse como una versión sofisticadísima de las canciones que contenía aquel primer EP de la banda, Provincia (2001). Suavemente descendemos en su analogía, en las fotografías y las canciones viajamos al pasado, en las fotografías y las canciones cristalizamos momentos significativos.
Cada canción de Entre Ríos podría ser una declaración de amor pero en SIN nos enfrentamos a un sentimiento depurado. Como un reflejo de nuestra propia búsqueda, en el álbum no figura un “Te amo” o “Te quiero”, sino más bien un Te prefiero, titulando con ironía no solo una canción sino el espíritu de esta época. Nuestros encuentros huyen cada vez más del compromiso y el patetismo, sentirnos elegidos aquí y ahora es la nueva trascendencia a la que aspirar.
La educación sentimental en SIN alcanza su mayor lección en Para saber, donde el coro es como un mantra o un manual de instrucciones para alcanzar la calma: “Para saber tendré que aprender. Para entender tendré que sentirme mal. Saber sufrir, después amar, después partir, y andar sin pensamiento”. Aquí alcanzamos el pico más pop del disco, como si el baile fuese el mejor instrumento para memorizar esta lección.
Emprendemos el descenso, Vos también y Tiempo & olvido son los pasajes que transitamos hasta Son, la canción más sentida del disco. Casi a capela y ajena a todo lo que ha hecho en Entre Ríos, la voz de Loló Gasparini nos conmueve en sus ecos, marcando así una despedida. Si el viaje fue liviano, esta última estación se deshace ante nosotros, sin alcanzar a comprenderla.
Perplejos, no nos queda más que oprimir nuevamente el botón y repetir el disco que ha terminado demasiado pronto.
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