miércoles, 25 de noviembre de 2015

Crónica Festival Nrmal Costa Rica 2015: juventud bajo la lluvia

Fotografía por Leo Carvajal
En una estrofa del más reciente track de Helado Negro, Roberto Lange reza que llegará un día en el que nos despertaremos sabiendo que seremos jóvenes, latinos y orgullosos el resto de nuestras vidas. ¿Nos habremos dado cuenta ya?

Participar de un evento y más aún de un festival por fuerza debe definirse partiendo del significado que la colectividad nos brinda, “un conjunto de intereses en un grupo de personas”. La intención de este prefacio no es la de usar adjetivos para explicar lo que fue el primer Festival Nrmal Costa Rica, su fin es aclarar porqué la primera edición del festival en suelo costarricense permitió que el público asistente encontrara un momento en el año donde el llamarse latinoamericanos tendrá un sabor que va más allá de la sociología.

Desde su anuncio, la festividad celebrada el pasado sábado 21 de noviembre significó para muchos una respuesta a las plegarias hechas después del vacío que el Festival Imperial de la Cervecería Costa Rica (el único festival con actos internacionales que se había dado en Costa Rica durante tres ediciones y sorpresivamente el más grande en todo Centroamérica) dejó en la audiencia alternativa. Entre la euforia de la noticia surgieron obvias interrogantes bajo el cúmulo del “regreso” de un festival al país: line-up, precios, días y transporte. Sólo con dos detalles se sació la curiosidad: era una fiesta organizada por Nrmal y tendría lugar en Pedregal, un sitio alejado de la capital y que demostraba una opción renovada del ya muy utilizado Autódromo La Guácima.  

Como ya fue expresado en otra publicación del sitio, el tener un festival manejado por Nrmal en Costa Rica significa comprender el avance que se está dando en el impulso de proyectos musicales independientes. Muy alejado del mecanismo utilizado en el humilde inicio del Festival Nrmal en México durante el año 2010, la primera edición costarricense se caracterizó por tener una admisión gratuita obtenida por medio de un registro que significó un blanco para las críticas por parte de varios asistentes que alegaban un posible “filtro” de espectadores en el festival. Dejando de un lado  el asunto de los pases a la actividad que resultaron el principal y único “inconveniente” para muchas personas, la fusión Epicentro y Nrmal comprobó que la unión respondió a un riesgo que terminó por aplaudirse y agradecerse.


No importó cómo llegar ni mucho menos las amenazas del temporal que ha estado sobre el país desde hace días. El gris del pasado sábado contrastó con la explosión que se dio el en la plazoleta de La Casona de Pedregal, donde vimos a nueve de los actos iberoamericanos más relevantes de la actualidad. El lugar se transformó para albergar a una reducida cantidad de asistentes pero que al pasar de las horas fue rellenando el asfalto mojado por las constantes lluvias. Dividido en dos escenarios, el Main Stage y un Domo en medio de la zona verde, el festival se desarrolló para que hubiera volatilidad en presenciar la oferta de actos ofrecidos donde las propuestas principalmente electrónicas se aislaron dentro del Domo y las más dinámicas (bandas) en el Escenario Principal al aire libre.

1 de la tarde y no se sentía como si fuera esa hora, las nubes tapaban el sol y al entrar escuchábamos un eco masculino con distorsiones. La puntualidad relució y lo comprendimos al ver mientras nos acercábamos a la plazoleta al venezolano Cheky Bertho sobre el escenario y unos cuantos asistentes frente a él. Algunos sentados, otros en plan social y otros preparándose con cervezas se movían alrededor mientras Bertho debutaba en tierras costarricenses como Algodón Egipcio. Unos cuantos errores en el sonido confundieron la presentación con los sonidos electrónicos que Bertho manipulaba desde su laptop y guitarra eléctrica. Por más falta que nos hicieron sus recientes covers de artistas del sello Lefse, o tal vez un recuerdo de Jóvenes y Sexys, Cheky llevó a cabo su presentación armónicamente al dirigirse constantemente al público invitándonos a bailar con canciones tristes como la nueva Las gotas plateadas, dedicándole El día previo a un amigo quién estaba pasando un mal momento y hasta despojarse de sus instrumentos para demostrarnos su solo de baile. Una presentación agradable pero con poca asistencia, un Algodón Egipcio idéntico al que conocemos en sus canciones y que nos antojó más de su siguiente disco a estrenarse el próximo año.

Los actos costarricenses iniciaron con el debut en vivo de la próxima gran banda Hijos. Con una alineación principalmente de la provincia de Cartago, el proyecto del ex vocalista de Florian Droids, Pablo Rojas liberó por fin el resto de sus Nueve canciones de las cuales ya conocíamos varias. El cielo continuó igual de indeciso al darnos algunos rayos solares y una oscuridad repentina con una llovizna que llegó al momento de escuchar el gran tema La Playa junto a la cantante tica Kumary Sawyers: “esto es la playa en la lluvia” dijo Rojas al escucharse el sample de una trompeta en el fondo. Pasando por las ya conocidas Uno y Rey León, el set de Hijos logró fascinar al público como si fueran una banda de años gracias al enganche de sonidos soul, pop y funk. Ese sábado descubrimos que nadie debe perderle la pista a los Hijos de Cartago.  

Entre capas y sombrillas que se iban cerrando, pocas personas del público presenciaban el acto del noise de la vieja escuela de aUTOPerro. Ya con la madurez reflejada en sus caras, los compositores del proyecto se valen de herramientas e instrumentos usuales que resultan insuales al grabar sus sonidos para crear una mezcla de electroacústica empleando sintetizadores  y una laptop como base. En un inicio la presentación no logró agrupar a tantas personas pero no fue hasta el final que la utilización de un taladro logró  los aplausos y silbidos de la audiencia hacia los señores arquitectos detrás de aUTOPerro.

Nos dirigimos al Domo para descubrir qué pasaba y nos topamos con visuales reflejados en el techo blanco mientras Sergio Wiesengrund preparaba su set que comenzaría en unos minutos. Ni las dos pilas de galletas gratis ni las pelotas plásticas hicieron que la atención se perdiera ante la interesante presentación de The Wiesengrund Project. El kraut y el glitch se retorcieron por toda la circunferencia del recinto que poco a poco se llenaba de personas que experimentaban de cerca o de lejos (debido a lo lleno) las frecuencias que Sergio recrea justificándolas con su temática del error. Los audiovisuales corrieron por cuenta del ya consagrado artista visual Pollux quién preparó retazos de cintas caseras y pixeles para que fueran la combinación más coherente entre los golpes electrónicos de The Wiesengrund Project, el público y el calor que comenzaba a asfixiar el recinto.

 El calor del Domo nos recordó que Buscabulla estaba por presentarse afuera y nos dirigimos de prisa para infectarnos de la tropicalia que Raquel Berrios y Luis Alfredo del Valle han venido creando. Su prueba de sonido igual nos permitía bailar un poco al escuchar de fondo los synths de Caer mientras veíamos a una Raquel concentrada y hasta seria. Minutos después, un saludo por parte de Berrios hacia la audiencia fue respondido con bastantes aplausos y la sonrisa de la vocalista fue el preámbulo perfecto para empezar a bailar. Pasando por Métele y Sono en una versión más pesada en las cuerdas, llegamos a Temporal, irónicamente en el momento que la lluvia volvió a aparecer. No importó cómo, si entre sombrillas, gorros improvisados y capas; bailar era una necesidad.  La escasez de canciones por parte del cuarteto nos inquietó al saber que su set no duraría tanto pero con versiones extendidas de las canciones ya grabadas y los pasos de baile de Raquel la inquietud fue saciada. El deleite siguió con el ya conocido cover de Tite Curet Alonso Tú Loco, Yo Tranquilo, sucedido por el tributo a su tierra puertorriqueña con Tártaro, un homenaje al salsero Frankie Ruiz. Dejando la versión extendida de Caer para un final memorable.


Con la emocionante experiencia que Buscabulla nos dejó, regresamos al Domo para presenciar el acto del ya aclamado productor (costarricense igual) Giancarlo Renzi que con sus bases 8 bit y techno inauguró el sentimiento rave en su papel como Raido. Su presentación es un juego con las personalidades, nadie es percibido entre el baile y la fusión de sonidos que Renzi va guiando. Escuchamos por varios minutos el acto de Raido para poder llegar a un lugar cerca del escenario afuera y poder presenciar a Helado Negro quien estaría recibiendo la noche mientras su concierto durara. Lamentablemente la caída del sol no se pudo ver pero la húmedad del lugar resultó más valiosa durante el concierto que Roberto Lange nos dio por una hora. La mayoría de asistentes desconocían del acto ecuatoriano lo que sirvió como la excusa perfecta para cerrar los ojos, mover los hombros y chocar entre extraños y conocidos en el público. Esa fue la mezcla ideal para presenciar la magia y más cuando vimos a Helado Negro bailar en medio de sus dos “tinsel mammals” que reflejaban el juego de luces en el escenario. Dance Ghost nos puso a bailar y el retumbar de la percusión llevó a todos los presentes en la hipnosis que Lange efectuó tal y como se escucha en sus grabaciones. El turno de la somnolienta Young, Latin & Proud fue el momento más personal de la presentación, cuando muchos repetimos incontables veces su coro como himno ideal, de lo que añoramos y somos. Roberto Lange nos dejó satisfechos, nostálgicos al invitarnos a su atmósfera de sueños. 

Seguido, llegó el acto en habla inglesa The Sonics quienes nos enseñaron que la energía se tiene si se quiere, y que lo demás es mentira. Las cuerdas del rock n roll nos sorprendieron al ver sobre el escenario un quinteto de la tercera edad generar euforia por una hora. Más de tres mosh y crowdsufings rellenaron la implacable presentación que los estadounidenses entregaron. Sus éxitos más reconocidos sonaron, tales como Psycho y otros nuevos como Bad Betty o 666. Un abrazo entre el pasado y el presente demostró que la juventud jamás tendrá edad. Luego de ser partícipes del encuentro punk y rock n roll que The Sonics maniobraron, corrimos a conocer al proyecto emergente mexicano AAAA en el Domo.  Gabo Barranco es una de las nuevas esperanzas de la electrónica de México, con su armamento de cables y botones destruye los lugares con su penetrante sonido techno y ácido. Por varios minutos recreamos con AAAA el estar dentro de una máquina, nos retorcimos y vimos cabezas girar y voltear. Un gran cierre dentro de la esfera blanca que nos preparaba para el plato final del día: Gepe.
Saber que Gepe llegaría a Costa Rica era algo que costaba asimilar desde un inicio, ver una leyenda contemporánea como Daniel Alejandro Riveros fue una aventura nostálgica tal y como lo han sido sus producciones. Gepe llegó al escenario de una relacionándose con el público llamándonos “chiquillos” con un carisma igual de exuberante que el talento que posee. Su repertorio consistió en temas de culto donde resaltaron La Ventana, Alfabeto, Bomba Chaya y pasando por temas de su más reciente Estilo Libre: Marinero Capitán, Piedra contra Bala, la mítica Hambre (muchos esperaban que Wendy Sulca llegara con Gepe pero no se dio), Ser Amigos entre otras. Las conversaciones en torno a los discos de Gepe, de su presentación, su baile, su indudable cuidado por la instrumentación rellenaban las cortas pausas durante el concierto que se compensaban con su energía tan reconfortante. Bailamos como pudimos, coreamos como si fuera la cuarta vez que escuchábamos los discos, apreciamos, pero nunca se borraron las sonrisas que desembocaron en gratitud del público luego del cierre con la frenética En la naturaleza. Lluvia que valió la pena, que tuvo un sentido, la que nos lavó al igual que la música que pudimos vivir.

Epicentro en conjunto a Nrmal regalaron al público la ilusión de ver un evento de primer nivel, un festival que Costa Rica se merece, uno que los actos iberoamericanos ven con respeto y como congregación de emociones y vivencias en torno a la música. Ese sábado pocos pensamos en cómo regresar a nuestras casas y la sorpresa fue mayor al saber que ya a las 10 de la noche el festival concluyó y la “cruda” realidad nos esperaba en la banqueta de la entrada. Esperando un bus, buscando dinero para pagar un taxi o rezando porque la batería del celular no se acabara. Estábamos llenos de gratitud. Regresamos cómo pudimos a nuestros lugares abatidos por el dolor de piernas, pero repletos de la emoción que un músico (o varios) pueden generar en nosotros. El pasado 21 de noviembre en Pedregal encontramos un momento para recordar que la juventud es un término que no se puede atribuir sin que se le agreguen las experiencias de fenómenos como la música, esos que nos pueden marcar para llegar a llamarnos en un futuro “viejos, latinos y orgullosos”.



Fotografías de las presentaciones por Priscilla Alfaro .

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