Fotografía por Leo Carvajal |
En una estrofa del más reciente track de Helado Negro, Roberto Lange
reza que llegará un día en el que nos despertaremos sabiendo que seremos
jóvenes, latinos y orgullosos el resto de nuestras vidas. ¿Nos habremos dado cuenta
ya?
Participar de un evento y más aún
de un festival por fuerza debe definirse partiendo del significado que la
colectividad nos brinda, “un conjunto de intereses en un grupo de personas”. La
intención de este prefacio no es la de usar adjetivos para explicar lo que fue
el primer Festival Nrmal Costa Rica, su fin es aclarar porqué la primera
edición del festival en suelo costarricense permitió que el público asistente
encontrara un momento en el año donde el llamarse latinoamericanos tendrá un sabor
que va más allá de la sociología.
Desde su anuncio, la festividad
celebrada el pasado sábado 21 de noviembre significó para muchos una respuesta
a las plegarias hechas después del vacío que el Festival Imperial de la Cervecería
Costa Rica (el único festival con actos internacionales que se había dado
en Costa Rica durante tres ediciones y sorpresivamente el más grande en todo
Centroamérica) dejó en la audiencia alternativa. Entre la euforia de la noticia
surgieron obvias interrogantes bajo el cúmulo del “regreso” de un festival al país: line-up, precios, días y transporte. Sólo con dos detalles se sació la
curiosidad: era una fiesta organizada por Nrmal y tendría lugar en Pedregal,
un sitio alejado de la capital y que demostraba una opción renovada del ya muy
utilizado Autódromo La Guácima.
Como ya fue expresado
en otra publicación del sitio, el tener un festival manejado por Nrmal en Costa Rica significa
comprender el avance que se está dando en el impulso de proyectos musicales
independientes. Muy alejado del mecanismo utilizado en el humilde inicio del
Festival Nrmal en México durante el año 2010, la primera edición costarricense
se caracterizó por tener una admisión gratuita obtenida por medio de un
registro que significó un blanco para las críticas por parte de varios
asistentes que alegaban un posible “filtro” de espectadores en el festival. Dejando
de un lado el asunto de los pases a la
actividad que resultaron el principal y único “inconveniente” para muchas
personas, la fusión Epicentro y Nrmal comprobó que la unión respondió a un
riesgo que terminó por aplaudirse y agradecerse.
No importó cómo llegar ni mucho
menos las amenazas del temporal que ha estado sobre el país desde hace días. El
gris del pasado sábado contrastó con la explosión que se dio el en la plazoleta de La Casona de
Pedregal, donde vimos a nueve de los actos iberoamericanos más relevantes
de la actualidad. El lugar se transformó para albergar a una reducida cantidad de
asistentes pero que al pasar de las horas fue rellenando el asfalto mojado por
las constantes lluvias. Dividido en dos escenarios, el Main Stage y un
Domo en medio de la zona verde, el festival se desarrolló para que hubiera
volatilidad en presenciar la oferta de actos ofrecidos donde las propuestas
principalmente electrónicas se aislaron dentro del Domo y las más dinámicas
(bandas) en el Escenario Principal al aire libre.
1 de la tarde y no se sentía como
si fuera esa hora, las nubes tapaban el sol y al entrar escuchábamos un eco
masculino con distorsiones. La puntualidad relució y lo
comprendimos al ver mientras nos acercábamos a la plazoleta al venezolano Cheky
Bertho sobre el escenario y unos cuantos asistentes frente a él. Algunos
sentados, otros en plan social y otros preparándose con cervezas se movían
alrededor mientras Bertho debutaba en tierras costarricenses como Algodón
Egipcio. Unos cuantos errores en el sonido confundieron la presentación con los
sonidos electrónicos que Bertho manipulaba desde su laptop y guitarra eléctrica.
Por más falta que nos hicieron sus recientes covers de artistas del sello Lefse, o tal vez un recuerdo de Jóvenes y Sexys, Cheky llevó a cabo su presentación armónicamente al dirigirse
constantemente al público invitándonos a bailar con canciones tristes como la
nueva Las gotas plateadas, dedicándole
El día previo a un amigo quién
estaba pasando un mal momento y hasta despojarse de sus instrumentos para
demostrarnos su solo de baile. Una presentación agradable pero con poca
asistencia, un Algodón Egipcio idéntico al que conocemos en sus canciones y que
nos antojó más de su siguiente disco a estrenarse el próximo año.
Los actos costarricenses
iniciaron con el debut en vivo de la próxima gran banda Hijos. Con una alineación principalmente de la provincia de Cartago, el proyecto del ex vocalista
de Florian Droids, Pablo Rojas liberó por fin el resto de
sus Nueve
canciones de las cuales ya conocíamos varias. El cielo continuó igual de
indeciso al darnos algunos rayos solares y una oscuridad repentina con una
llovizna que llegó al momento de escuchar el gran tema La Playa junto a la cantante tica Kumary Sawyers: “esto es la playa en la lluvia” dijo Rojas al
escucharse el sample de una trompeta
en el fondo. Pasando por las ya conocidas Uno y Rey León, el set de
Hijos logró fascinar al público como si fueran una banda de años gracias al
enganche de sonidos soul, pop y funk. Ese sábado descubrimos que nadie debe perderle la pista a los
Hijos de Cartago.
Entre capas y sombrillas que se
iban cerrando, pocas personas del público presenciaban el acto del noise de la
vieja escuela de aUTOPerro. Ya con la madurez reflejada en sus caras, los compositores del
proyecto se valen de herramientas e instrumentos usuales que resultan insuales
al grabar sus sonidos para crear una mezcla de electroacústica empleando
sintetizadores y una laptop como base.
En un inicio la presentación no logró agrupar a tantas personas pero no fue
hasta el final que la utilización de un taladro logró los aplausos y silbidos de la audiencia hacia
los señores arquitectos detrás de aUTOPerro.
Nos dirigimos al Domo para descubrir qué pasaba y nos topamos con
visuales reflejados en el techo blanco mientras Sergio Wiesengrund preparaba su set que comenzaría en unos minutos. Ni
las dos pilas de galletas gratis ni las pelotas plásticas hicieron que la
atención se perdiera ante la interesante presentación de The Wiesengrund Project. El kraut
y el glitch se retorcieron por
toda la circunferencia del recinto que poco a poco se llenaba de personas que experimentaban de cerca o de lejos (debido a lo lleno) las frecuencias que Sergio
recrea justificándolas con su temática del error. Los audiovisuales corrieron
por cuenta del ya consagrado artista visual Pollux quién preparó retazos de cintas caseras y pixeles para que
fueran la combinación más coherente entre los golpes electrónicos de The
Wiesengrund Project, el público y el calor que comenzaba a asfixiar el recinto.
Con la emocionante experiencia
que Buscabulla nos dejó, regresamos al Domo para presenciar el acto del ya
aclamado productor (costarricense igual) Giancarlo
Renzi que con sus bases 8 bit y techno inauguró el sentimiento rave en su papel como Raido. Su presentación es un juego con
las personalidades, nadie es percibido entre el baile y la fusión de sonidos
que Renzi va guiando. Escuchamos por varios minutos el acto de Raido para poder
llegar a un lugar cerca del escenario afuera y poder presenciar a Helado Negro quien
estaría recibiendo la noche mientras su concierto durara. Lamentablemente la
caída del sol no se pudo ver pero la húmedad del lugar resultó más valiosa
durante el concierto que Roberto Lange nos dio por una hora. La mayoría de
asistentes desconocían del acto ecuatoriano lo que sirvió como la excusa
perfecta para cerrar los ojos, mover los hombros y chocar entre extraños y
conocidos en el público. Esa fue la mezcla ideal para presenciar la magia y más cuando vimos a Helado Negro bailar en medio de sus dos “tinsel mammals” que reflejaban el juego de
luces en el escenario. Dance Ghost nos puso a bailar y el retumbar de la percusión llevó a todos los presentes en la hipnosis que Lange efectuó tal y como se escucha en sus grabaciones. El
turno de la somnolienta Young, Latin
& Proud fue el momento más personal de la presentación, cuando muchos
repetimos incontables veces su coro como himno ideal, de lo que añoramos
y somos. Roberto Lange nos dejó
satisfechos, nostálgicos al invitarnos a su atmósfera de sueños.
Seguido, llegó el acto en habla inglesa The Sonics quienes nos enseñaron que la
energía se tiene si se quiere, y que lo demás es mentira. Las cuerdas del rock n roll nos sorprendieron al ver
sobre el escenario un quinteto de la tercera edad generar euforia por una hora.
Más de tres mosh y crowdsufings rellenaron la implacable presentación
que los estadounidenses entregaron. Sus éxitos más reconocidos sonaron, tales
como Psycho y otros nuevos como Bad Betty o 666. Un abrazo entre el pasado y el presente demostró que la
juventud jamás tendrá edad. Luego de ser partícipes del encuentro punk y rock n roll que The Sonics maniobraron, corrimos a conocer al proyecto
emergente mexicano AAAA en el Domo. Gabo
Barranco es una de las nuevas esperanzas de la electrónica de México, con
su armamento de cables y botones destruye los lugares con su penetrante sonido
techno y ácido. Por varios minutos recreamos con AAAA el estar dentro de una máquina,
nos retorcimos y vimos cabezas girar y voltear. Un gran cierre dentro de la
esfera blanca que nos preparaba para el plato final del día: Gepe.
Saber que Gepe llegaría a Costa Rica
era algo que costaba asimilar desde un inicio, ver una leyenda contemporánea
como Daniel Alejandro Riveros fue una aventura nostálgica tal y como lo han
sido sus producciones. Gepe llegó al escenario de una relacionándose con el público llamándonos “chiquillos” con un carisma igual de exuberante
que el talento que posee. Su repertorio consistió en temas de culto donde
resaltaron La Ventana, Alfabeto, Bomba Chaya y pasando por temas de su más reciente Estilo
Libre: Marinero Capitán, Piedra contra Bala, la mítica Hambre (muchos
esperaban que Wendy Sulca llegara con Gepe pero no se dio), Ser Amigos entre otras. Las conversaciones en torno a los discos
de Gepe, de su presentación, su baile, su indudable cuidado por la
instrumentación rellenaban las cortas pausas durante el concierto que se
compensaban con su energía tan reconfortante. Bailamos como pudimos, coreamos
como si fuera la cuarta vez que escuchábamos los discos, apreciamos, pero nunca se
borraron las sonrisas que desembocaron en gratitud del público luego del cierre
con la frenética En la naturaleza.
Lluvia que valió la pena, que tuvo un sentido, la que nos lavó al igual que la
música que pudimos vivir.
Epicentro en conjunto a Nrmal regalaron al público la ilusión de ver un evento de primer nivel, un festival que Costa
Rica se merece, uno que los actos iberoamericanos ven con respeto y como congregación de emociones
y vivencias en torno a la música. Ese sábado pocos pensamos en cómo regresar a
nuestras casas y la sorpresa fue mayor al saber que ya a las 10 de la noche el
festival concluyó y la “cruda” realidad nos esperaba en la banqueta de la
entrada. Esperando un bus, buscando dinero para pagar un taxi o rezando
porque la batería del celular no se acabara. Estábamos llenos de gratitud. Regresamos cómo pudimos a nuestros
lugares abatidos por el dolor de piernas, pero repletos de la emoción que un
músico (o varios) pueden generar en nosotros. El pasado 21 de noviembre en
Pedregal encontramos un momento para recordar que la juventud es un término que
no se puede atribuir sin que se le agreguen las experiencias de fenómenos como
la música, esos que nos pueden marcar para llegar a llamarnos en un futuro “viejos,
latinos y orgullosos”.
Fotografías de las presentaciones por Priscilla Alfaro .
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<3
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