Le subo un poquito el volumen al computador, veo el marco azul de la hoja en blanco en Word, leo comentarios de Loocila en su perfil de Facebook y voy cayendo de nuevo en la música. Hace poco escuchaba sus atrevimientos musicales con la doble edición de EPs (No) Soy Tan Sutil, una re-invención de hits de la internet que casi todos conocemos y que sirven para sacarnos una buena carcajada, o en su modestia forma, una sonrisa a cualquier hora del día. Analicé en ese momento la forma tan directa que tiene Lorena Orlando para componer sus canciones, desde la letra que sale a borbotones, como la sangre de una herida recién cortada. Y así como la chica me hace reír, también me sumerge en sus pesares, en sus frustraciones y logra tocar fibras que siguen expuestas al abrazo de la modernidad y las relaciones humanas.
En Sin Miedos y Sin Esperanzas, Loocila se arma de valor para explorar sonidos más allá del acústico de su debut Coclea (2013), eso sin abandonar su esencia lo fi y su sincero acercamiento a la lírica y el ritmo. El sorpresivo track de introducción, la cortísima Horizonte, trae una línea de rock agresivo en la que los efectos y delays acompañan los reclamos directos de la intérprete a un ex, en lo que podría parecer la típica canción de desamor, hasta que escuchamos atentos la línea de cierre: “pero no sabías que te mentía, que mis ojos ya veían otro horizonte”. Momento es una oda a la transformación, y quizá el pasaje musical más bonito del disco, otro instante cortito pero seguro para adentrarnos en la temática del disco: reflexiones sobre el tiempo, su paso en nosotros y las huellas que va dejando.
“El tiempo es la respuesta solitaria, donde desembocan todas las preguntas” la escuchamos cantar desesperada en El Tiempo, una frase sacada de la indumentaria creativa de su gran mentor cibernético Alejandro Jodorowsky. De ahí pasamos a una onda de rock orgánico en Historia, una canción que expone los miedos de la autora, en un testamento que a más de uno puede servir de espejo.
La fase de exploración es la encargada de cerrar el disco. En Holy Mountain la voz de Loo se vuelve ecos, reverberación, loops a lo largo de 6 minutos de mantra. Mientras que en Naked Eye (cover de Luscius Jackson), escuchamos a una Loocila a un solo paso de lo logrado por las Amigas de Nadie en su último disco, una mezcla de pop lo-fi, noise y trip hop. Entre baterías ahogadas, cajas de ritmos, juegos de voces y temas cortísimos encontramos a Loocila creando un sonido propio, puliendo su voz, armando canciones desde sus experiencias y siendo cada vez más sincera con el oyente.
De pronto se hizo tarde, me tocó bajarle el volumen al parlante, tal vez mis compañeros de piso no entienden estas disonancias sin prestarles un poco de atención, y quizá pocas personas comprendan la crudeza de las letras de Loocila, quien ahora se aventura y sale airosa con su segundo disco. De momento debo parar y acaba de comenzar un nuevo disco, pero yo estoy agotado y es momento de reposar la cabeza en la almohada, ya vendrá un nuevo día para identificarnos e intentar estar un poco menos jodidos. Pero por hoy, fue la música la que habló.
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