Hay momentos en los que para el pop es imperativo contar algunas verdades, por más incómodo que pueda resultar. Recientemente la estadounidense Anohni editó su disco Hopelesness, abordando temas que casi siempre han eludido el mundillo de la radio-difusión. A lo largo del disco somos bombardeados de mensajes políticos y críticas a un mundo en guerra y cada vez más desembarazado de sus orígenes. En un plano más cercano, Lido Pimienta viene haciendo lo mismo con su single Agua, dejándonos clara la urgencia del mensaje sobre la efectividad del rito musical.
Mientras “los cantores cantan « La la la »”, el chileno Alex Anwandter se suma a este oleaje de pop advancers que se proyectan desde la crítica del mundo contemporáneo, con experticia de cantautor y la destreza de un creador de melodías pegajosas. Su nuevo disco, el muy anticipado Amiga, es un manifiesto en todo el sentido de la palabra, y un testimonio (a veces crudo) del mundo en que vivimos.
Basta hacerse a sus líneas (leyendo entre ellas también) para descubrir las preocupaciones de este álbum comprometido con su tiempo. Siempre es viernes en mi corazón, con su ola discotequera industrial, esgrime los momentos más violentos del disco (nada mal para ser la encargada de abrir): “La iglesia me manda al infierno / y el congreso piensa que estoy enfermo” y así, entre deseos de destrucción del mundo conocido, y ganas de morir que se apaciguan con el baile, nos quedamos con intensiones de reivindicación que nos saben a anarquía pura: “Si quiero prenderle fuego a algo que sea a la iglesia y al congreso”.
Las luces de neón de la portada y su single de muestra nos prometían un nuevo disco de frente a la pista de baile, pero Amiga se equilibra en una balanza de la que penden por un lado 5 canciones de pop encarnizado y juguetón (la mirandezca! Mujer, Cordillera, Traición y Amiga, que suena a las canciones más descaradas del Otra Era de Javiera Mena o su última colaboración con Gepe en la hímnica Vivir) y por el otro nos encontramos un repertorio más sosegado y sobrio, 6 baladones que conforman el grueso de esta manifestación de principios.
Una de estas es Manifiesto, en la que Anwandter se vale de unas cuantas notas de piano para dejarnos la que será quizá la frase más contundente del disco: “Hoy soy mujer / el maricón del pueblo / aunque me prendan fuego”, una nueva oda de empoderamiento queer que reivindica a los oprimidos sin importar su género, porque como lo anuncia luego, lo que importa es “de qué lado estás / sin iglesias ni edificios / tú y tu soledad”.
Esta segunda parte del disco muestra el músculo bien ejercitado de cantautor que tiene Alex, uno que voluntariamente lo acerca a grandes como Jorge González, Víctor Jara o el mismísimo Juan Gabriel: El sentimiento colectivo que aflora a la guitarra en Qué será de ti mañana?, mientras que el amor y sus mutaciones adquieren nuevos significados en la épica El Sonido de corazones que se quiebran en el que nos quedamos con otra frase cual joya para la corona: “Uno nunca sufre como los que sufren de verdad”.
A falta de una mejor descripción, cerrando el disco llega la canción más bonita que hayamos escuchado en un buen rato. Un mensaje sutil bien transmitido nos llega con Te Enamoraste que restituye el lado más rebelde de Anwandter; un portento de balada que le vendría muy bien al repertorio de canciones de desamor y autocompasión que inundan las radios comerciales. Aquí Alex juega con los géneros y transmite el dolor del rompimiento de una relación con un enfoque más humano y sosegado, todo mientras sale airoso entre un mar de arreglos intensos y un cierre vocal para enmarcar.
Varias escuchas bastan para dejarse seducir por este pedazo de disco, uno que reúne en tiempo y espacio los polos sonoros de este inquieto cantautor mientras teje melodías y frases para plantear una firme posición contra el opresor (en pos del desprotegido, el marica, la mujer, el obrero), pero no con las herramientas de la canción protesta tradicional, sino con códigos que se transcriben y entienden mejor en este mar de caos y excesos, de camino a la fábrica o la discoteca.
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