El Anfiteatro Coca Cola presentó actos en dos escenarios vecinos (Foto: Catalina Agüero) |
Las expectativas eran altas y fueron cumplidas. El clima fue incierto, pero nada que impidiera una jornada bastante confluida. Hubo retrasos y modificaciones a última hora que dieron justo en nuestros corazones. La cancelación del show de Alex Anwandter nos marcó, pero aún tenemos la esperanza de verlo pronto.
Vimos más de tres crowd-surfings, unas cinco camisas del Unknown Pleasures, varios anteojos de sol sacados de un clóset de los años 80 y un par de perros. Esto -y sobre todo, la música- fue Epicentro 2018.
A pesar de contar con una alineación que en su mayoría incluyó a artistas masculinos (el 15% eran proyectos liderados exclusivamente por voces femeninas) y de la cancelación del show de Alex, las propuestas del festival terminaron por congregar al final de la jornada a más de 2000 personas. Un logro que para el sector alternativo de Costa Rica y la región, significó un gran paso al llevar el concepto de “festival” a otro nivel.
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Iniciada la jornada nos apuramos a ver a la compatriota Elsa y Elmar, quien daría uno de nuestros conciertos más anticipados y que no decepcionó, a pesar del vasto público que se encontraba en el escenario Alerta -espacio dedicado sobre todo a propuestas de corte electrónico o experimental y que permitió una conexión más íntima entre artistas y público-. Ahí, Elsa yacía con vestimenta deportiva -siguiendo la línea de su más reciente vídeo Culpa, Tengo- y se paseaba en el escenario al son de una banda que replicaba ritmos bailables de Rey y otras canciones no publicadas aún.
Entre canciones la cantante aprovechaba para encantar (más) a la audiencia con su carisma. Aludiendo a la similitud entre el acento colombiano y el tico, Elsa se preparaba para ir cerrando su concierto, que no necesitó de tanta introducción de canciones para hacer del limitado público un grupo de cuerpos bailando con el pop espirituoso.
Posteriormente nos dirigimos hacia el Anfiteatro Coca Cola, recinto que fue dividido en dos escenarios: el Lado A y B. Por su parte el estadounidense Colin Caulfield (también miembro de la banda neoyorquina DIIV) inauguró la jornada en el Lado B con su propuesta synthpop. Con un set minimalista, pero entretenido, el cantautor dio luz verde para que las vibras groovy empezaran a hacer de las suyas.
En el Lado A, escenario vecino, la agrupación costarricense Las Robertas se preparaba para presentar en casa, temas de su más reciente álbum Waves of the New. Entre visuales psicodélicos y ropajes vintage, los de San José empezaron a llenar el auditorio con decenas de cabezas moviéndose al ritmo de voces distorsionadas a cargo de Sonya Carmona y Mercedes Oller. Repasando temas de sus tres discos con una envolvente reverberación, la banda cerró su presentación con una oda al músico Lou Reed (I Wanna Be Like You, Lou).
DIIV: primera explosión nostálgica de la jornada (Foto: Tatina Madrigal) |
Ya acalorados por el concierto de los costarricenses y de por sí, el cálido clima del lugar, nos dispusimos a escuchar parte del show de los profetas lo-fi, DIIV. Canciones como Follow nos remitieron a una juventud distante, pero cercana a la vez, que causó un sentimiento de nostalgia generalizado. La audiencia coreó a ojos cerrados y se dejó hipnotizar por las tonadas de Zachary Cole Smith y compañía. El concierto de los DIIV nos entregaría los primeros crowd-surfings del día y sobre todo, la reconexión con el sentimiento angst juvenal. Los pronósticos empezaban a ser buenos.
A mitad de la presentación de DIIV, nos dispusimos a presenciar uno de los actos más novedosos de la escena costarricense, a cargo de Javier Arce, ex también vocalista de la banda Cocofunka. Su show se llevaba a cabo en el stage Alerta, al cual llegamos luego de presenciar una afluencia cada vez más significativa en el Parque Viva.
Bajo una constelación de luces multicolor, Javier Arce tenía ya a un buen puñado de personas agitándose y danzando mientras sus pistas -armadas entre beats, guitarras y guiños afroamericanos- retumbaban en el escenario más cerrado del festival. Sin lugar a dudas, fue con el costarricense que encontramos nuestra primera sorpresa del día. Acá vimos a una audiencia tan fiel, como respectiva. La atmósfera multisensible del cantautor y su banda bloquearon el sosiego en la audiencia. Onces o Quise Fuego, representaron dos clímax en paralelo que de inmediato incrementaron nuestra sed por escuchar el disco debut del cantautor, a estrenarse pronto. Por si fuera poco, Javier invitó a Macha Kiddo, rapera tica que se ha hecho un buen lugar en la escena costarricense con rimas efectivas, como si se tratara de bofetadas.
La banda costarricense 424 invocando sensaciones naturistas (Foto: Catalina Agüero) |
Mientras esperábamos a que llegara el turno de Jesse Baez en el mismo escenario, bajamos al Lado A para escuchar a 424. Su pop naturalista no es de nuestros favoritos, pero es reconocible la gran cantidad de seguidores que se han hecho. Su presentación varió al entablar conjugaciones sonoras melodiosas y a veces, relampagueantes.
Pasados los minutos, cumplimos con nuestra obligación de correr hacia el Alerta y guardar espacio para escuchar al guatemalteco Jesse Baez, cuya propuesta ha revolcado las escuchas en plataformas musicales al hacerse de himnos urbanos que corresponden a versiones en español de piezas como las de The Weekend o PARTYNEXTDOOR. Por 45 minutos Jesse deleitó con la fineza de su r&b, haciendo mover los cuerpos lentamente. Con varios guiños trap, el chapín retornó el calor al escenario y terminó por duplicarlo al invitar a Álvaro Díaz (quien horas después se presentaría sobre el mismo escenario) para hacer nuevamente una nueva fiesta dentro de Epicentro.
El futuro del r&b regional está en manos de Jesse Baez (Foto: Catalina Agüero) |
Luego de la fiesta vivida con el guatemalteco, nos dispusimos a probar una parte de lo que quedaba del concierto de los mexicanos Little Jesus, en el Lado B. Para nuestra sorpresa el lugar se saturó más de a como lo vimos desde la última vez. Si algo logró Epicentro, fue el consolidar grandes públicos y tan disidentes. Con la agrupación mexicana no fue la excepción. Llegamos a presenciar la invitación que el grupo le hizo a Elsa y Elmar para la colaboración realizada hace un par de años con TQM. Las sonrisas en los presentes y sobre todo, los brincos, confirmaron que el característico rock pop de la banda sabe encantar verdaderamente. Como pico alto de su presentación (y también del festival) resaltamos el momento en que su célebre hit La Magia se escuchó . Con Azul como cereza del pastel, los mexicanos dejaron en el aire un ambiente de frescura, despidiéndose así de un satisfecho público costarricense.
El festival continuaba para nosotros en el Alerta. Sí o sí teníamos que ver a Monte, banda costarricense que desde hace un par de años ofrece tan solo uno o dos conciertos anualmente. Reimprimiendo su característico rock existencial, el trío se aseguró de no marcharse sin causar unos tres crowd surfings y la entonación de varios de sus himnos como San José (canción dedicada a la vida en la capital costarricense), Neón Furioso o en cortes más nuevos como Miles de bestias. La experiencia de Monte se vivió como pocas veces. La nostalgia y el éxtasis afloraron dentro en uno de los mejores conciertos de la jornada.
Los himnos de una generación costarricense entonados desde la iglesia de Monte (Foto: Catalina Agüero) |
Y si de mantener la llama encendida se trataba, de eso se encargaría el dúo regiomontano Clubz. En su segunda visita al país en formato banda, Orlando Fernández y Coco Santos -integrantes del proyecto- supieron desde un inicio lo que el público deseaba: bailar. Hilvanando su presentación desde las densas capas electrónicas de Paracaídas, hasta llevarla a momentos de desenfreno como Golpes Bajos (acompañado del performance de Orlando al unirse al público y cantar desde abajo del escenario) o Afrika -donde se acompañaron de integrantes de Little Jesus-, la dupla absorbió la energía de toda la audiencia con un set cuya duración se percibió rapidamente.
El desamor suena mejor si es con synthpop. Clubz lo sabe (Foto: Catalina Agüero) |
Una hora después nos dimos a la tarea de seguir con el baile y quién mejor para hacerlo que el también mexicano Celso Piña y su Ronda Bogotá. En un ejercicio orquestal de fusionar la cumbia colombiana, el equipo de Celso convocó a decenas de desconocidos y curiosos ante un escenario que se entendió como la perfecta comunión de acordeones, trompetas y percusiones. Un sandungueo digno de recordar.
Paralelo a la presentación del mismo, en el Alerta se escuchaban las frenéticas composiciones de Rey Pila (banda que llegó a sustituir la presentación de Wavves, quienes también cancelaron su show horas previo al festival). En palabras de muchas otras personas, lo de la banda mexicana fue uno de los mejores “ases bajo la manga” que Epicentro utilizó. En un intento de rescatar el desenfreno musical que los californianos Wavves aportarían, Rey Pila llegó a reponer con la misma actitud.
Densidad y jolgorio: los dos sinónimos de Epicentro 2018 (Foto: Catalina Agüero) |
Siendo Rey Pila el último show latino de la jornada, solo quedaba entregarnos a la brutalidad de los sets electrónicos -en distintos matices- de la dupla 2manydjs y de la canadiense Jessy Lanza. Por más de dos horas los hermanos belgas 2manydjs desmenuzaron a la audiencia en el Anfiteatro, con canciones que iban desde el house hasta el indie. Todo un rave millennial, pero que dentro del cóctel diverso, también convocó a personas de todas las edades.
22 años de experiencia electrónica a cargo de 2manydjs sobre un escenario (Foto: Priscilla Alfaro) |
Como acto penúltimo estaba Jessy Lanza y su magia r&b y electropop. En la intimidad del escenario Alerta, Lanza exploró las aristas más sensibles de la audiencia al empezar con una presentación etérea que de a poco fue aumentando revoluciones con éxitos bailables como Never Enough y VV Violence. Si el cansancio no estaba bien justificado para esa hora, el concierto de la productora canadiense fue la excusa perfecta para estarlo. Su música cerró con broche de oro la pista de baile en Epicentro.
Las múltiples texturas de Jessy Lanza hicieron de su show la perfecta ceremonia electrónica (Foto: Priscilla Alfaro) |
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Con piernas cansadas, voces afónicas y corazones satisfechos; cerramos la quinta edición del Festival Epicentro. Un sí rotundo que desde ya ha trazado un nuevo concepto de lo que la fiesta y la música pueden llegar a ser. Los retos quedan evidenciados para la organización, pero confiamos en que este ejercicio de reunión de sonidos diversos irá mejorando con ediciones venideras. Nos vemos pronto Costa Rica. <3
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