Cómo desvanecerse paulatinamente en el horizonte del mainstream musical es una excelente pregunta para formularle al ex Porter Juan Carlos Pereda, recordado por proyectos como Juan Son, Aeiou (junto a Simone Pace de Blonde Redhead) y, más recientemente desde el anonimato de una cuenta de Soundcloud, un Juan Agape ya consagrado a la fe cristiana. Los rumores nos ponen al tanto de que, luego de haber tocado fondo a causa del alcohol y recurrentes estados depresivos, el músico tapatío encontró en la religión una base firme sobre la cual reconstruirse.
A esta íntima reconstrucción nos convoca 7 (sí, así hemos de llamarlo a partir de ahora) en las trece brevísimas y reconfortantes ¿canciones? que conforman su álbum homónimo. El número siete, de gran valor en la tradición cabalística hebrea, remite a la ley divina que rige el universo, un cierto orden que explica el origen y el destino de los seres que pueblan la tierra en relación con un ser superior.
Cada tema supone una celebración de esta completud divina. El primero del álbum, A, marca la pauta de un 7 netamente acústico y decididamente experimental: ante la discreta participación de los acordes de su guitarra, un sinnúmero de armonías vocales y complejísimos intervalos tonales nos arrullan en estéreo, recordándonos algunas etapas musicales de artistas como Bon Iver o Sufjan Stevens. Ciertas secuencias sonoras se potencian en conjunto: los acordes de U (cuarta del disco) y O (quinta del disco) se complementan perfectamente, como si no hubiéramos dejado de escuchar la misma canción. Otras, en cambio, crean atmósferas enrarecidas, como en los primeros y sucesivos acordes en .X, o levemente sombrías, como en el caso de R: “Una esperanza que fluye desde el Rey de Corazones me está encendiendo.”
Cuesta, es cierto, ingresar al álbum desde las letras (algunas de ellas en español, otras en inglés). No obstante, las que logramos comprender dan cuenta de un inconfundible estado de gratitud y regocijo: “Me has enseñado a estar contento en la pobreza y en la abundancia. Me has enseñado a agradecerte en el desierto y en la montaña”, escuchamos en C, mientras una voz levitante libera en H: “The flying rainbows came to me, reminding me You are always here.”
Estos mantras elaboran en conjunto una formación de nubes con variados espesores, formas y capas sonoras que se yuxtaponen, se elevan, se condensan y se dispersan como cuerpos livianos en la atmósfera. Vale la pena liberarse de ciertos prejuicios (anti)dogmáticos y elevarse con esta delicada propuesta que, en doble sentido, se convierte desde ya en una pieza de culto.
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