Varios años en la escena y otros tantos produciendo su primer disco, han sido suficientes para que Eduardo Alegría y sus músicos encapsularan tantas influencias como fuentes tiene la música en un disco acertadamente titulado Se Nos Fue la Mano. Alegría Rampante se ha tomado las licencias que le han dado la gana en un disco que, como el tiempo que le tomó producirlo, da luces sobre la duración de los procesos de creación y de los agregados y las formas inusitadas de la canción y el rock de autor. Atrevidamente podríamos catalogar este disco como la más audaz y locuaz muestra de queer-rock que se haya hecho en Latinoamérica en muchos años y con suerte, en un estandarte de la escena puertorriqueña en el porvenir.
Basta desvelar su canción de apertura, la espacial Hoy Marte, para descubrir la elocuencia de Alegría, capaz de crear historias de ciencia ficción que más parecen alucinaciones de fiebre de 40 grados. Aquí, el oyente es transportado de repente a Marte, encontrándose con un mundo completamente nuevo y deslumbrante, sólo para ser testigos de la historia de un soldado interestelar que entre nostalgia y grandeza debe despedirse del reino marciano con el que fue victorioso y con el cual evidentemente se convirtió en un mejor hombre. Al final escuchamos fuegos artificiales que se desvanecen en el vacío del espacio y los altos de Alegría se confunden con los tonos interestelares de los sintes y los riffs de guitarra, todo un cuento épico que introduce magistralmente un disco con sorpresas en cada giro.
Eduardo Alegría también suena vívido y seguro de sus convicciones y creencias. Un firme defensor de las luchas de género, presenta en este disco canciones como bandera para miles en tiempos de transiciones generacionales y cambios de conceptos tan abstractos como el amor y el patriotismo. En Poneletreros, la canción de la cual se desprende el nombre del disco, lo escuchamos recriminando el nacionalismo barato, una canción con espacios para la distorsión y la experimentación entre electrónica y acústica. Mientras que en El Recipiente/Tsunami, una canción originalmente escrita para el espectáculo de danza Atlas con sentido, lo vemos aferrarse a su esencia, dándole al mar la potestad de creador y modulador, una metáfora poderosa que encapsula a la perfección los gritos de identidad de las minorías sexuales.
Del conjunto rescatamos dos grandes composiciones que habían visto la luz hace un par de años pero que reviven con fuerza gracias a este lanzamiento. Por un lado está Un Cuarto Más Pequeño, una entrañable narración en la cual todo se mantiene en un tono estable que nos lleva a visitar los rincones de este cortometraje sonoro con vividos recuerdos del acontecer del personaje principal, nos ronda la identificación y la voz de Eduardo no hace sino mecernos como niños ávidos de cuentos para dormir.
Por otro lado, entonando líneas más críticas y a la vez intimas, encontramos la punketa La Iguana en la Ventada. Con la premisa y consecuencia: “Para esta comunidad fracturada, el árbol que no rinde frutos es candidato al hacha” llega la concesión: “el árbol que disfruto no rinde frutos, pero da sombra en la entraña”. Esta acertada descripción del amor homosexual y de los prejuicios que aún persisten a su alrededor nos mueve en los vaivenes en los que fluctúa la voz de Eduardo cual montaña rusa de emociones, a veces en la desesperación y el ahogo y otras en la confesión y la seguridad.
Toda la garra contenida en las canciones de Se Nos Fue La Mano, todo lo abstracto, espacial, turbulento, experimental y pomposo, se gana su lugar con creces y se hace coherente a través de una hora exacta de playtime. Canciones que rondan lugares entre la ficción y la cruda realidad pero que siempre dejan espacio para notas intimas que se leen entre líneas como metáforas de situaciones cotidianas. Aquí hay espacio para la calma y los momentos de escapismo, pero también para la estridencia y los arreglos estrafalarios, intencionalmente ubicados para resumir un cúmulo de ideas como el fruto de años de trabajo, como ese góspel para ateos que cierra el disco, en el cual participan casi todos los músicos de la escena independiente puertorriqueña, un canto a la devoción titulado Alucinando al Máximo, prueba fehaciente de que con este disco a Alegría Rampante no solo se le fue la mano sino que excedió cualquier expectativa.
AMO tanto este disco. TANTO TONTA TANTO.
ResponderEliminarSolo vengo a dar fe que sigo amando en demasía este disco.
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