Como en la radio, es en efecto, la canción más radial que ha firmado Alegría Rampante. Y es que en una efervescente melodía disco que se hace celestial, nuestro querido Eduardo Alegría juega a ser todo lo cursi, todo lo obvio y todo lo divertido.
Encantadas, acompañamos al protagonista del video en una fiesta incesante mientras recorre una ciudad desolada. "No sé quién soy, qué me ha pasado / Mis ideales han caducado como la radio", nos encontramos a un mismo tiempo frente a una canción de amor y un himno postapocalíptico.
La magnífica voz de Eduardo, con su elegancia y sensualidad nos transporta al esplendor de las canciones románticas y sus galanes, mientras la fina producción musical se enrevesa para hacernos atravesar distintos estados, como si estuviéramos intentando sintonizar solo una estación y la interferencia nos impusiera indistintos fragmentos musicales.
Esta feliz distorsión es pues el anuncio de un nuevo disco que esperamos confiadas, emocionadas de seguir atestiguando la genialidad y la inquietud de Alegría Rampante.
"Sigo sin entender muy bien tu letra pero intuyo lo que quieres decir". La abstracta sencillez -por nombrar de algún modo el estilo de Wild Honey- vuelve a cautivarnos en dos canciones publicadas estas últimas semanas.
Primero fue En los márgenes de lo que llamabas realidad, un cuento oscuro sobre los artificios de la nueva cotidianidad: videollamadas distorsionadas, sobreinformación y aislamiento. Y ahora, Me dijeron que ya no vives aquí opera como una carta de amor a destiempo, la nostalgia por una conexión perdida.
La dulzura de una instrumentación poblada de detalles y aquella voz semihablada, brillan en la marea de música sintética que dicta nuestro día a día. Abrazamos los susurros en medio de la estridencia.
La mirada siempre filosófica de Wild Honey ha pulido un disco que pronto verá la luz, y en su título Ruinas futuras adivinamos un testimonio de la desaparición del mundo tal como lo conocíamos. Sabemos entonces que, como en estos dos anticipos, seremos arrastrados a profundas reflexiones en canciones de engañosa suavidad.
"Quise amar más la vida estando contigo / y vi mis ventanas dando a la pared". Entre todas las imágenes que aparecen en la nueva canción de La Lá, esta nos ha estremecido por la dureza de su cotidianidad. Y es que entre tantas mudanzas que hemos tenido, sabemos que nada nos deprime más que un cuarto sin vista al exterior, o la falta luz, de viento. ¿Es acaso esta la metáfora de una relación asfixiante?
No podríamos asegurarlo. El encanto de Paracas Cavernas radica en la complejidad de su letra, poblada de escenas casi bíblicas o mejor, paganas: un valle de lágrimas, un templo y un dios cambiante. Pero entre toda la belleza de su retórica, una línea es dicha fuerte y claro: "Ojalá, ojalá, ojalá, que sea igual ser un hombre a ser una mujer".
La extrañeza de las palabras fluye pues en un cauce suave que nos recuerda las melodías de la canción francesa en los 60's, La Lá se aleja del espectro folclórico para vestirse de chica yeyé y ofrecernos una turbia ingenuidad. Este sonido sofisticado también nos trae a la mente a La Joven Dolores de Christina Rosenvinge quien, como La Lá, ha sabido cuestionar fuertemente los roles de género en canciones de aparente suavidad.
Aprendemos también el significado del verbo "planetar" y pensamos en la luna y sus fuerzas, y ahondando un poco más descubrimos que el título Paracas Cavernas hace referencia al rito funerario de la civilización precolombina en el Antiguo Perú, y que Paracas es una voz quechua para nombrar la tormenta de arena. La canción está entonces envuelta en capas y capas de significado, que bien podremos intentar develar o disfrutar en alegre ignorancia.
Después de Milagros y su clavado en la bachata, Paracas Cavernas es el segundo adelanto de un disco policromo que ya presentimos como hito en la discografía de La Lá y en la escena indie latinoamericana donde -desde sus primeras canciones- ha señalado un lugar para lo genuino: la fuerza de la sutileza.